El camino nunca es llano del
todo. Hay planicies, protuberancias, montículos, precipicios que ponen el
camino en dificultad y peligro. Y no hay otra alternativa. La vida se presenta
así y de esta forma tenemos que atrevernos a recorrerla.
Ahora, el hombre ante esas
dificultades y peligro necesita ayuda. Y, en algunos momentos, hasta auxilio.
Recorrer sólo el camino es un atrevimiento y una gran ignorancia. El hombre no
puede enfrentarse a la vida, a su vida sólo con sus fuerzas. Necesita ayuda.
La gran diferencia radica en que un cristiano creyente
siempre ante la tempestad y el peligro ve andar a Jesús sobre el agua y se
llena de esperanza en que le salvará del peligro. Mientras que quien ha borrado
a Jesús de su vida, se queda sólo ante el peligro.
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