Dios nos ha dejado inscrito
en nuestros corazones su huella y su alianza de vida eterna. En Jr 31, 33 nos
lo dice claro por boca del profeta Jeremías. Ahora, la pregunta nos remite a la
fe, ¿lo crees? Sólo a los que creen les será dada esa esperanza y esa fortalece
de alcanzar esa dicha y felicidad eterna inscrita en nuestros corazones.
Jesús fue rechazado por sus propios
paisanos. No fue creído en su tierra y, a pesar de que quedaron admirados por
sus palabras y enseñanzas en la sinagoga, dudaron de Él porque le conocían desde
su infancia, pues eran sus propios paisanos.
Y, condición indispensable
para recibir la Gracia de la fe y, por supuesto, la salvación eterna es abrir
nuestros corazones a la Palabra del Señor. Sólo en aquellos que se abren a su
Palabra les será dada la fe para que crean en el Señor. Y la fe hará que sus
ojos se abran y sus oídos oigan y crean en la Palabra de salvación que Jesús
les enseña.
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