Donde no hay verdad ni
justicia aparece el caos, la confusión y la oscuridad. La luz es necesaria
donde hay tiniebla y la verdad donde hay mentira para que alumbre y descubra al
mentiroso. No se puede ocultar la luz, pues de hacerlo nos quedamos en tinieblas.
En el Evangelio de hoy Jesús
compara la luz con la verdad. Y es que la verdad tiene que ser alumbrada para
que los demás la conozcan. Nunca puede ocultarse ni esconderse porque siempre
emergerá. Todos tienen que conocerla así que todos también seremos responsables
de no alumbrarla.
Todo debe ser tenido en cuenta,
de modo que con la medida que midáis serás medido. Y esto sucede cuando no
ponemos al servicio de nuestra fe todos nuestros talentos y conocimientos
recibido. Son luces que se vuelven opacas y no cumplen con su deber de
alumbrar.
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