Hablamos de derechos, pero
los respetamos en cuanto y tanto nos favorecen, y los rechazamos cuando son
otros los que nos exigen. En cierta manera nos sentimos mejores y en posesión
de la única verdad y nos molesta que otros traten de hacer lo mismo sin estar
con nosotros.
Nos parece que todos tienen
que venir con nosotros y pertenecer al grupo que pertenecemos nosotros. No son
cosas del pasado, sino que también están pasando hoy. Las diferencias y
divisiones nacen de esa forma. Hacemos grupos cerrados y nos alejamos de los
otros.
Y Jesús no desengaña y nos
enseña todo lo contrario. Con sus Palabras nos da una lección de humildad y
unidad a la reclamación que sus mismos discípulos le plantean: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que
obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí.
Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros».
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