Jesus adquiere mucha fama en
sus primeras apariciones en la vida pública. Su Palabra impresiona y su fama se
extiende por toda la comarca. Lo notorio es que su Palabra tiene cumplimiento
en sus obras. Lo que dice se hace. Sus obras hablan por sí solas.
Ante esta realidad muchos
permanecen con los ojos cerrados. Ocurrió en tiempos de Jesús y sigue
ocurriendo ahora. A pesar de ver, no ven; a pesar de oír, no oyen – Jer 5, 21 –
y, porque su corazón está endurecido y cerrado, confunden al Señor con Juan.
Es, precisamente Herodes
quien piensa que Juan ha resucitado, pues él mismo lo había encarcelado y por la
petición de la hija de Herodías al danzar en la fiesta de cumpleaños de Herodes,
lo manda a decapitar. Tienen muy cerca al Hijo de Dios, pero sus ojos y oídos
permanecen cerrados.
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