Las enfermedades del alma no
se ven ni, tampoco, se aceptan ni se intentan descubrir. La ira, la soberbia,
la gula, los miedos, las pasiones de todo tipo y el deseo de satisfacción las
esconden y quedan sepultadas, en el mejor de los casos como fiebres altas.
Es lo que, en el Evangelio,
nos quiere simbolizar la alta fiebre de la suegra de Simón. ¿Cuáles son nuestras
fiebres? Supongo que mis fiebres están directamente relacionadas con mis
pecados. Y esos pecados no me los puede curar ningún médico de este mundo,
porque los pecados del mundo solo los puede curar Jesús, el Mesías enviado a
sanar los pecados que esclavizan y pierden a todos los hombres.
Todos necesitamos ponernos en
su Manos y saber que viene a curarnos a todos. Confiar en Jesús es saber que
aunque se ausente permanece y está siempre a nuestro lado. Por tanto, no debemos
acapararlo ni excluir a nadie de su amor. Simplemente, creer en Él y saber que
con Él estaremos salvados.
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