En muchas ocasiones pensamos
que nuestra felicidad está en el mundo. En cierto sentido es normal. Somos
humanos y nuestra naturaleza, herida e inclinada al pecado, está sometida al
gozo y a las apetencias humanas. Sin embargo, conocer a Jesús nos descubre que
esa felicidad que busco no se encuentra en este mundo sino en Él.
Él es el único que puede llenar
de peces la barca de mi vida y hacer que yo también, por su Gracia, pueda
llenarla. Él es el manantial de gozo y felicidad desde donde brota la vida y la
felicidad Eterna. Y descubrir esa realidad es el mayor tesoro que pueda encontrar. Eso sucedió con Pedro, Santiago y Juan.
Por eso, cuando como Pedro,
Santiago y Juan descubrieron que Jesús era el verdadero Hijo de Dios, el Mesías
enviado, experimentaron su Amor Infinito y su Inmenso Poder. Aquella pesca
transformó sus vidas. ¿Nos ocurre a nosotros otro tanto? Porque, si Cristo es
el centro de nuestras vidas, nuestras pecas serán también abundantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.