Uno puede imaginarse la dulzura, la ternura, el entusiasmo y la profundidad con la que podía proclamar Jesús la Palabra de su Padre Dios hasta el punto de dejar admirados a los que le escuchaban. Supongo que nadie hablaría como lo hace Él, en verdad y justicia.
Jesús proclama la Buena Noticia de forma auténtica, porque, aunque sus escuchante no lo sabían, Él era precisamente esa Buena Noticia. Cada palabra salida de su boca era una promesa de amor, de verdad y de paz. Él era esa salvación que con todo cariño y amor proponía.
Y nada más cierto. Iba, estaba dispuesto, a entregar su propia Vida – crucificado en la Cruz – por amor. Sus palabras cargadas de cariño, de emoción, pero, sobre todo, de gran sentido y profundidad respondían a esos interrogantes que todo hombre buscas y se pregunta
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