Sabemos
que nuestra muerte llegará, pero, también nos llena de alegría y esperanza el
saber que resucitaremos. Y que lo haremos para toda la eternidad. Y no son
deducciones nuestras, son Palabras de nuestro Señor que siempre se cumplen.
Reconozco
mis debilidades, mis pecados y mis inclinaciones a considerarme víctima y
pecador. Pero, no quiero, Señor, quedarme en esa actitud de víctima y de
mártir. Quiero con tu Gracia liberarme de esa situación y vivir en tu Amor Misericordioso
y Eterno.
Nuestra
vocación, aunque escondida en nuestro deseo de eternidad, es la Vida Eterna.
Late en lo más profundo de nuestro corazón una chispa de eternidad que nos
impulsa a buscar sin descanso esa vida eterna que quizás ignoramos por falta de
fe.
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