La
ley, es evidente y claro, tiene que ser legislada siempre en favor y provecho
del hombre. Nunca puede perjudicarle ni ir contra su bien. Por tanto, nunca el
sábado puede anteponerse al bien de la persona y, sí, estar al su servicio y
bien.
Dame,
Señor, la sabiduría y la fortaleza para no dejar nada escondido en lo más
profundo de mi corazón y, lo que tengo, ponerlo al servicio de los que lo
necesitan. Dame la humildad de no vivir en la apariencia mostrándome tal como
soy. Tú, Señor, lo sabes todo.
Por desgracia y, causa del pecado, el hombre ha antepuesto en muchas ocasiones la ley a su propio bien. La ley de los poderosos, de los ricos que subestiman a los pobres y al propio pueblo sometiéndolos a sus propias leyes que son legisladas en su propio bien no en el del pueblo.
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