Dos
son las opciones: escuchar la Palabra y
ponerla en práctica. Pero, nunca solos porque somos débiles y pecadores. El
demonio es más fuerte que nosotros y nos puede seducir con facilidad. Pero,
abiertos a la acción del Espíritu Santo podemos vencer.
¡Ven
Espíritu Santo, acompaña mi camino y fortalece mi espíritu para que pueda
soportar y salir victorioso de todas las tentaciones y seducciones que el
mundo, demonio y carne me presentaran en el recorrido de mi vida para alejarme
del Señor. Amén.
Si te quedas en la Iglesia, pasivo, tranquilo y metido en la sacristía, tu palabra no se hundirá en la tierra de este mundo y no dará frutos. Porque, en la Iglesia tomarás fortaleza para, luego, en tu mundo, donde vives y convives, dejarla escapar para que, muriendo, dé esos frutos de amor que el mundo necesita para conocer al Señor.
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