El
dolor, quieras o no, estará siempre presente en nuestra vida. Por una u otra
causa, bien directa o indirectamente, sufriremos. Y en muchos casos más que
alegrías. Irremediablemente es el camino de nuestra vida y solo aceptándola
desde la Cruz lograremos vencer.
No,
por mucho que queramos, podremos escapar al dolor y sufrimiento que la vida nos
presenta. Eso sí, agarrados a la Cruz de nuestro Señor e injertados en Él
podemos soportar y superar todo sufrimiento viviendo en la verdad, justicia y
amor.
María, la Madre de Dios aceptó, aún intuyéndolo, ese dolor que la Pasión y Muerte de su Hijo le produjo. Y la vivió con la esperanza, manteniéndose firme, de creer en la Palabra de su Hijo y en la Voluntad del Padre, que la había elegido para esa misión.
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