Es
un privilegio tener una Madre como María. Porque, eso significa tener una Madre
en el Cielo que, junto a su Hijo, el Señor, nos quieren y nos esperan para
darnos la Gloria de la felicidad eterna. María es Madre verdadera y
corredentora. Amén.
En
la medida que vivamos en la Voluntad de nuestro Padre Dios, amando a todos,
pero de una manera más intensa o especial a los necesitados y pobres, seremos
bienaventurados. Es decir, dichosos y felices por la Gracia de nuestro Padre
Dios. Amén.
Madre,
enseñamos el camino, ese camino de obediencia, de humildad y de disponibilidad
que tú, primero aceptaste y, luego, recorriste tras los pasos de tu Hijo con
fidelidad y obediencia. Madre, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros.
Amén.
Por
mucho que insistas y busques, en este mundo no encontrarás sino una felicidad –
en el mejor de los casos – mediocre e intermitente. Lo que buscas no está en
este mundo. Quieras o no, está en Jesús de Nazaret. Su Palabra nos lo dice claramente
y su Vida y Obras nos lo demuestran.
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