Quizás, y esa va
siendo nuestra experiencia, la única posibilidad de que el mundo entienda cuál
es su destino es el Amor. Un Amor libre, voluntario y disponible a entregar su
Vida para salvar la de los otros. Sobre todo la de aquellos que crean en Él.
Presiento tu
presencia Espíritu Divino y aunque mis ojos no puedan verte experimento que Tú
caminas conmigo, tomas mi ritmo y me guías por los senderos que llevan mi vida
al encuentro con el Señor. En tus manos me pongo Espíritu Santo.
Y eso es lo que
precisamente pide Jesús al Padre, amar sin condiciones hasta dar su Vida en la
cruz cumpliendo la Voluntad de su Padre. Aquella trascendental noche de
Getsemaní Jesús pidió a su Padre que no se hiciese su voluntad sino la de su
Padre. Y la de su Padre es amarnos hasta el extremo de entregar a su Hijo a una
muerte de cruz. El gran y único testimonio de amor. Más no se puede dar.
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