Esa es la
consigna, vencer al mundo, sus tentaciones, sus promesas de éxito, de
ambiciones, de poder, de egoísmos, de placeres, de todo aquello que nos aleja
del amor y la misericordia. De una felicidad aparente que como un espejismo
aparece y desaparece.
Lo sé, Señor, y te
lo pido con toda la fe y confianza de la que en este momento soy capa: hazte,
Señor, el centro de mi vida y que mi oración sea el aire que necesito para
respirar. Porque, si me faltas Tú, mi Señor, mi vida se desvanece y pierde todo
su sentido.
Y sería una gran
equivocación creerte que tú solo te bastas. Esa sería la mejor opción para que
el mundo, demonio y carne te vencieran sometiéndote a sus astucias, espejismos
y pasiones. Pero, nunca olvides que no vas solo. El Espíritu Santo, que ha bajado
a ti el día de tu bautismo, te acompaña, te asiste, auxilia y te fortalece para
que no sucumbas a las tentaciones del demonio; a las falsas promesas de
felicidad y placeres del mundo y a tus propias pasiones de tu débil carne. En
Él vencerás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.