jueves, 9 de mayo de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Esa es nuestra esperanza y la chispa que mantiene incandescente y alimenta la esperanza de alcanzar esa promesa de gozo y felicidad eterna. Porque hemos sido creados para ser felices eternamente y eso se hace realidad en la Palabra de Jesús, el Hijo de Dios.

Es evidente que la vida nos hace a veces zozobrar y que en algunos momentos experimentamos impotencia, temor y peligros, pero tomar conciencia de que Jesús está con nosotros y nos trae el anuncio del Amor Misericordioso del Padre nos tranquiliza, nos serena y llena de esperanza para continuar la lucha.

Él es nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida. Y en Él saciamos nuestro gozo de felicidad eterna. Pero antes tenemos que recorrer el camino de nuestra propia vida y cargar con nuestra propia cruz. Será el recorrido de nuestra propia pasión con la confianza puesta en la Palabra del Señor. En Él encontraremos la fortaleza de soportar las tristezas y sufrimientos que el camino nos presenta para alcanzar ese gozo final de la alegría eterna. ¡Alabado y glorificado sea el Señor! 

El Papa Francisco nos habla hoy de dos de las virtudes teologales: La fe y la esperanza. Y es que van unidas, porque la fe alimenta la esperanza de esa promesa que Jesús nos hace y promete. Seguir y creer en Jesús es vivir en la esperanza de alcanzar ese Reino de gozo, amor y felicidad del que Él nos habla y nos da testimonio con su Vida, Obras y, sobre todo, Resurrección.

Por la fe creemos en la Palabra del Señor y estamos dispuestos a cambiar de rumbo en el camino de nuestra vida. Por la fe, que no sabemos cómo la hemos recibido - es un don de Dios - caminamos confiados en la Palabra de Jesús. Por la fe de muchos, tal y como nos dice el Papa Francisco y nos pone de ejemplo: Abraham, Moisés, nuestra Madre la Virgen, nos fortalecemos también nosotros y nos animamos, confiados en Jesús, a seguir fieles a su Palabra.

La fe alimenta la esperanza. Y partimos de nuestra fe porque creemos en la Palabra de Jesús, el Hijo de Dios, que nos habla de un Reino de paz, de amor y justicia para la eternidad. Apoyados y confiados en sus Palabras y promesas, nuestra vida se llena de esperanza y de alegría. Sobre todo cuando esa Palabra tiene verdadero cumplimiento en la Persona de Jesús, el Hijo de Dios Vivo.

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