Lo hemos repetido
muchas veces y, conviene seguir repitiéndolo, la vida que importa es para la
que hemos sido creados: Vida eterna. Pero, una Vida Eterna en plenitud de gozo
y felicidad. Y eso está en relación directa con nuestra forma de vivir y
entender nuestra vida.
El camino, Señor,
no es sencillo. Tú lo sabes mejor que nadie porque lo viviste y lo sufriste
hasta el extremo de entregar tu Vida por cada uno de nosotros. Yo quiero
también recorrer el que a mí me toca, pero, Señor, contigo a mi lado para poder
soportar todos los obstáculos y dificultades del camino.
Y en esa dirección se hace necesario poner al máximo toda nuestra observación y capacidad de discernimiento. Hay señales que nos indican, como se nos dice hoy en el Evangelio, el tiempo y camino de este mundo. Y no deben ser mirados de forma indiferentes sino con atención y discernimiento para sacar conclusiones y preparar nuestro camino.
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