Es evidente que
este mundo que, supuestamente tuvo un principio, tendrá también un final. Vivir
sin este pensamiento, y no tenerlo en cuenta mientras desarrollamos nuestra
vida es de una grave y gran imprudencia, pues, llegará ese momento y nos
cogerá desprevenidos
Soy consciente,
Señor, de que cada día cometo muchos errores. Mi debilidad es manifiesta y me
vence mi pereza, mi comodidad, mi egoísmo, no sólo cometiendo pecados, sino
omitiendo muchas cosas que dejo de hacer en bien de los demás. Envíame, Señor,
tu Espíritu para que, injertado en Él, pueda ser, cada día, mejor.
Es síntoma de
inteligencia vivir en esa preocupación. No con angustia ni tristeza, ni
siquiera preocupados, sino, todo lo contrario, con la alegría y la esperanza de
que el final de este mundo, o el paso de nuestra vida a la muerte, solo son el
puente de nuestra llegada al otro mundo. Un mundo de justicia, amor y paz eterna.
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