Todos buscamos
solucionar nuestros problemas. De alguna manera ser feliz es la carencia de
problemas y sentirse a gusto y bien. Quizás nos falte algo más, el estar pleno,
satisfecho y en un estado de no desear nada. Solemos expresarlo de esta manera:
«Estar a gusto».
Desde el día de mi
bautismo, Espíritu Santo, aun siendo niño, has entrado en mi corazón. Ahora,
cuando soy ya adulto y consciente de tu venida, quiero abrirme a Ti y pedirte
que entres en mi vida y me lleves al encuentro con el Padre.
Es evidente que
cuando encontramos a alguien que no sólo nos soluciona nuestros problemas sino
que también nos sana nuestras dolencias y enfermedades, lo buscamos
desesperadamente y acudimos a él. Eso le sucedía a Jesús. No podía andar de
forma visible porque todos acudían a Él hasta el punto de que se tenía que
proteger. Sin embargo, Jesús no es la caja mágica que nos cura, es la razón y
el fundamento de nuestro ser, y el fin y salvación de nuestra vida.
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