En la medida que tu razón va madurando y empieza a
darse cuenta de las cosas que ocurren a su derredor, descubre que su voluntad
está sometida a seducciones que la inclinan al mal, hacia lo bajo y mezquino, y
la esclavizan. Entonces, empieza la lucha.
Las mujeres se compadecen, Señor, al verte sufriendo
con el peso de la cruz. Has sido flagelado momentos antes, y en ese deplorable
estado van cargando la cruz donde serás luego crucificado. Es evidente que
tanto dolor no se puede resistir. Los corazones de aquellas mujeres se
compadecen.
Una lucha por la libertad. Experimentas que estás esclavizados. Tu voluntad está siendo secuestrada e inclinada hacia la satisfacción de sus egoísmos mezquinos e intereses egoístas. Te experimentas sometido a tus propias pasiones e impotente para liberarte. Entonces, te das cuenta de que sólo la verdad te hará libres, y, desesperadamente, la buscas. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, te dice el Señor.
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