Todos sabemos que nuestra
historia tiene principio y fin. Pero un fin que solo abarca al recorrido de
este mundo, pero no termina en él. Hemos sido creados para alcanzar la
felicidad eterna, y la prueba está implícita en nuestro recorrido por este
mundo.
Nunca llegaré a encontrarte, Señor, mientras no me
dé cuenta de mis debilidades, de mis pecados y de la imprescindible necesidad
de tu Gracia y tu Fuerza para poder superarme y seguir tu huella. Gracias,
Señor, por tu presencia.
Nuestro destino no se
termina aquí. Eso sí, se transforma y sigue un camino de vida eterna. Vida que
será gozosa o infernal dependiendo del recorrido de nuestros actos mientras
vivamos en este mundo terrenal. Amar es la consigna, a pesar de que el camino
sea de cruz. Precisamente, tras la cruz se descubre el gozo eterno.
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