Junto a
la buena hierba crece también la cizaña. Una cizaña que nace con el pecado
original y que, al unísono, crece con la buena hierba alimentada por la
presencia del Maligno. Y no podemos librarnos de ella, pero si combatirla,
caminando unidos al Señor.
Hay muchos momentos de desazón y
desesperanza, pero, todos, Señor, los supero estando en tu presencia y
abriéndome a tu bendición. Tú, mi Señor, eres la paz, y contigo puedo soportar
y superar todas esas angustias que me llevan a la desesperación.
Sería ilusorio, por nuestra parte, creernos suficiente y capaces de dar buenos frutos, contando solo con nuestras fuerzas. Nada más lejos de la realidad, pues somos barro, débiles y pecadores, y nuestras obras, solo por la Gracia de Dios, son transformadas en frutos de amor. En consecuencia, solo unidos a Él estaremos en condiciones de ser fecundos y dar buenas obras.
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