Es evidente y real que las cosas de este mundo son efímeras. Los llamados tesoros o riquezas pasan de unos a otros. Tratar de conservarlos y ahorrarlos de forma desmedida negándolo al bien de los demás es una tacañería que no nos lleva a buen fin.
Gracias, Señor, primero, porque estoy vivo, y segundo porque por tu Infinita Misericordia mantengo la esperanza de alcanzar la vida eterna que me has prometido junto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y a tu Madre, también nuestra Madre por tu Infinita Bondad. Una vida eterna plena de gozo y felicidad que no merezco.
La realidad es que
la experiencia nos lo descubre claramente. Es mucho mejor, más reconfortante,
satisfactorio y agradecido dar, desprenderte de lo que quizás no necesitas y te
sobra con el fin de hacer un buen y gratuito servicio a quien necesita y tiene
carencias de muchas cosas para tener una vida digna. Experimentarás que
desprenderse enriquece y te devuelva paz, gozo y felicidad.
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