No se trata simplemente de rezar, sino de darse
cuenta de qué decimos y a qué nos comprometemos. Porque, Dios, nuestro Padre,
nos escucha y nos da lo que realmente nos conviene. Ahora, pensemos, ¿qué es lo
que realmente nos conviene?
Pienso que ser abuelo es un privilegio. Primero,
porque tienes la oportunidad de ver cómo tu familia, ahora en tus hijos, se
prolonga, y segundo, porque supone llegar a disfrutar de tus nietos/as, un
privilegio que no tienen muchos. Pidamos a nuestro Padre Dios la Gracia de ser
transmisores de la fe a nuestras familias.
Porque, puede ser que lo que necesitemos en muchos momentos de nuestra vida sea sacrificio, renuncia, esfuerzo, privación, solidaridad, compasión … Y eso nos hará sudar sangre, pero nos permitirá crecer y madurar. Y, sobre todo, fortalecernos en el amor y el servicio, descubriendo que, esa felicidad que pedimos, buscamos y llamamos, está escondida en la generosidad y el servicio.
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