Abrir la puerta está en tus manos. No porque te
lo merezcas ni tengas capacidad para abrirla, sino por la infinita Misericordia
de Dios. Él ha querido voluntariamente comprometerse con un Amor Misericordioso
que está por encima de todo.
Señor, sigo queriendo vivir en tu presencia. Mi
voluntad quiere hacer tu Voluntad, y, por tu Gracia, sigo adelante y persevero
en estar a tu lado. Sin embargo, sé que mis fuerzas son limitadas y carecen de
fortaleza para vencer las tentaciones y seducciones que el mundo me propone.
Dame, Señor, la Gracia de no derrumbarme y seguirte. Amén.
Pero, ese Amor Misericordioso nos compromete a
nosotros también. Tu amor y misericordia tendrás que hacerla realidad con los
que tienes a tu lado, con los que te relacionas y, sobre todo, con los
enemigos. Una misericordia a la que te comprometes cada momento que rezas el
Padrenuestro.
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