El esfuerzo debe ser proporcional
al premio que se quiere conseguir. Porque mucho esfuerzo y dificultades deben
servir para obtener grandes premios. Sin embargo no parece así, porque todo lo
que podamos conseguir aquí abajo es efímero y se marchita.
Aparentemente, nos embarga de
ilusión y nos da gozo y felicidad, pero, pronto, todo se descubre y resulta
como un espejismo que se desvanece y se queda en nada. Luego, se hace presente
la pregunta, ¿para qué tanto esfuerzo?
Jesús, hoy, en el Tabor, nos adelanta su Gloria y
Resurrección. No presenta el programa de su Pasión y Muerte, pero, al tercer
día nos habla de su Resurrección. Esa Gloria que Pedro, Santiago y Juan
presenciaron les descubre que Jesús vencerá a la muerte.
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