La fe no es algo abstracto, sino que se ve. Por lo tanto, no
hace falta decir que se cree, porque de ser así se nota. Y cuando no se nota,
no sólo es mala señal, sino que posiblemente la fe luce sólo como un símbolo
que se lleva colgado como si de una percha se tratara.
Cuando vives estás diciendo cuál es tu fe. Si tu vida camina
según tus ideas y pensamientos, tu fe está en ti mismo, pero cuando vives según
los pensamientos y mandatos de Jesús, tu fe te descubre como creyente en Jesús.
Por eso, no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos,
sino el que haga la Voluntad de mi Padre Celestial (Mt 7, 21-27).
Ahora, lo más
importante es descubrir que la fe es un don de Dios y se te da en la medida que
la pidas y te abras a la acción del Espíritu Santo, que viene a acompañarte, a
fortalecerte, a iluminarte y a descubrirte toda la Verdad del Amor del Padre
que Jesús te ha revelado.
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