
Porque la Misericordia de
Dios se ríe de la justicia y está por encima de ella. Mientras a nosotros nos
cuesta ser misericordiosos, pues nos arrimamos más a la justicia y al
cumplimiento, nuestro Padre Dios nos ama con Misericordia perdonándonos todos
nuestros fallos y pecados.
Ese es el caso de nuestra Madre María, que ella no
sólo accedió a ser la Madre Dios entregándose a la Voluntad de Dios
incondicional y voluntariamente, sino que vivió su Misericordia acompañando a
su Hijo hasta el pie de la Cruz. Y allí nos acogió a todos como hijos. Por eso
es dichosa y llena de Gracia.
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