No es cuestión de
plantearnos razonadamente el Amor y la Misericordia de nuestro Señor Jesús. Primero, porque nunca
lo entenderíamos; segundo, porque tampoco lo merecemos ni podemos pagarle.
Simplemente, aceptarlo con fe y agradecimiento,
como hijos queridos por su Padre.
Jesús muere en la cruz. Y
conviene que su muerte sea certificada y comprobada, porque, luego, para
resucitar es necesario primero morir. Jesús, pues, muere y Resucita. Vence a la
muerte y su Resurrección es el fundamento de nuestra fe.
Porque, nunca, incluso
aquí en nuestro mundo, los hijos, cuando son pequeños, entienden a sus padres.
Pue bien, nosotros, ni aún siendo mayores, entendemos a nuestro Padre Dios.
Sólo nos queda creer y fiarnos de su Palabra, y confiar que, agarrados a Él,
todo lo que nos suceda será para nuestro bien. Incluso en momentos de
sufrimientos y muerte. Él es Señor de vida y muerte. Precisamente, lo que
celebraremos estos días, significa eso, el triunfo de la vida sobre la muerte.
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