De forma natural y casi
espontánea somos más benévolos con nosotros que con los demás. Lo observo en los
niños. Les permiten ver algún programa infantil, pero cuando llega la hora de
dejarlo les cuesta siempre una llantina y un gran esfuerzo hasta que se olvidan
o se cansan.
También nosotros debemos
esforzarnos en la lucha y, con nuestra voluntad dominar nuestros instintos y
nuestras pasiones. Ser más prudentes y dominar nuestra lengua y juicios, y
tener en cuenta siempre que en la medida de nuestro juicios, de la misma forma
seremos nosotros juzgados. Así que si somos misericordiosos también tendrán misericordia
con nosotros.
Sucede también que somos más propensos a ver los
defectos de los demás y a agrandarlos, aunque sean pequeños e insignificantes,
y a aminorar los nuestros aun siendo más grandes y graves. Es ley de vida y con
la que tendremos que enfrentarnos para dominarnos y ser equitativos y
misericordiosos. Porque ya hemos dicho, en la medida que juzgue así serás
juzgado.
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