Es triste pensar que para que
mi palabra sea creída tengo que jurar por alguien, o poner a otros por
testigos. Algo ha fallado en tu vida, porque tu palabra, al menos por aquellas
personas que te conocen debe bastar. Sería bueno replantearse la propia vida
cuando se empieza a dudar de tu palabra, porque eso no dice bien de tu persona.
Porque, cuando tienes que
apoyarte en otro para ser creído o poner a Dios por testigo, Jesús te dice en
el Evangelio de hoy que eso viene del Maligno. Tú y yo debemos limitarnos a
decir simplemente sí o no, y eso debe bastar. Eso también nos compromete y nos
obliga a hablar siempre en verdad y en justicia y a no decir mentiras.
Porque la mentira destruye tu verdad y tu palabra, y
la llena de desconfianza y le quita todo su valor. Luego, debemos cuidar bien
lo que decimos y mantenernos firmes en nuestra palabra. Pues, hablando en
verdad siempre tendremos la oportunidad de que se valore nuestra palabra, pues
la verdad siempre emerge y triunfa.
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