No es cuestión de hacer
sacrificios por sacrificio. Estamos salvados y Jesús ha pagado con su
Sacrificio de Muerte en la Cruz por todos nosotros. Nuestros sacrificios no
tienen ningún valor. Ya estamos salvados por la Misericordia de Dios y
gratuitamente. Por tanto, alegría y fiesta.
Ahora, nuestro sacrificio
importa y tiene valor cuando está en función de una necesidad y por amor. Vale
la pena despojarnos de nuestra soberbia, de nuestra suficiencia, de nuestra
envidia, intolerancia, rencor…etc. Y también de nuestras privaciones y
apetencias cuando valen para compartir y mejorar el sufrimiento de otros.
Jesús, el Señor, no nos pide ayunar ni sacrificios
para amargarnos. Él ya ha pagado por cada uno de nosotros. Jesús nos pide y
quiere que amemos como Él nos ama. Y eso comporta sacrificio, ayuno y
despojamiento de todo aquello que te impide acercarte al que sufre o al enemigo
para amarlo como Jesús te ama. Ese es el verdadero ayuno que Jesús nos pide.
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