Dios nos ha salvado. Ha
creado todo bueno para nuestro bien y para que lo compartamos, nivelando la
igualdad entre los que más tienen y los que menos. Pero, para este
desprendimiento y generosidad tendremos que despertar de nuestro egoísmo y
convertir nuestro corazón egoísta en generoso.
Sólo aquellos que descubren
la necesidad de un Padre bueno que les salve serán los que levanten la mirada,
como la mujer enferma o Jairo suplicando compasión y salud. Quizás, nuestra
enfermedad esté más oculta y escondida. Está en nuestro interior, pero no
llegamos a descubrirla. Necesitamos ver con más claridad.
Para ello tendríamos que confiar más, suplicar la fe y
ser más constante, paciente y persistente, esperando, confiados en la bondad
del Señor, en que nos dará lo que necesitamos para ver con claridad. Creamos
que el Señor nos salva si creemos en Él.
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