El Señor nos conoce y sabe de
qué pata cojeamos. El pecado ha endurecido nuestros corazones y no estamos
dispuestos a creer sin ver y ganar. Por eso, se nos recuerda que tenemos que
volver a ser niños, a tener un corazón de niño, confiado y abierto a creer en
la Palabra de nuestro Padre Dios.
Por eso, Jesús, el Hijo
enviado a revelarnos esa Palabra, hace obras y milagros que buscan el darnos
razones para que creamos y confiemos en su Padre. Cura enfermedades incurables
en aquella época y resucita a muertos para que veamos que lo que nos enseña y
dice de su Padre es Verdad.
Pero, el hombre se resiste y se encierra en sí mismo
endureciendo su corazón. Jesús no quiere hacer publicidad y les insiste que no
lo digan. Quiere que el hombre confíe en Él y se fíe de su Palabra. Quiere que
el hombre actúe libremente y elija el camino verdadero que le conduce a la Vida
Eterna. De ti, de mí y de cada uno de nosotros depende.
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