Seguir a Jesús exige un
cambio y un giro de trescientos sesenta grados. Una vuelta a la vida donde
Jesús ocupe el primer lugar y nuestro camino sea el cumplimiento de su Palabra.
Y eso exige esfuerzo, voluntad y perseverancia, pero, sobre todo estar
injertado en el Espíritu Santo.
Porque, pretender cambiar
desde el esfuerzo personal y por propia voluntad no es suficiente. La fuerza nos
viene de lo alto y sin ella no lograremos vencernos ni vence a los poderes
terrenales. Se hace necesario dejar todo aquello que nos invita y arrastra al
placer, a la comodidad y a fundar nuestra vida en el bienestar alejándonos de
Dios.
No es que eso sea malo, pero, de manera excesiva nos
puede acostumbrar a hábito de pensar más en ello que en el Señor, y a dejarnos
ir por el camino de la pereza, las comodidades y la despreocupación de los que
sufren y necesitan ayuda. Necesitamos orar y estar muy unidos al Señor y a la
comunidad para no desfallecer ni desviarnos.
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