Jesús nos dice hoy que quien
gana la vida en este mundo, la pierde para el otro, el verdadero y eterno.
Mientras, el que la pierde en este mundo dándola por Dios y por los demás por
amor, ganará la Vida Eterna. Todo lo contrario a nuestra manera de pensar
humana, pues, el hombre pone todo su empeño en triunfar en este mundo dándole
importancia a las cosas de aquí abajo.
No parece preocuparse mucho
por todo aquello que no le dé rentabilidad y frutos materiales para el éxito de
esta vida. Considera perder el tiempo en cosas de poco fruto y pone todos sus
esfuerzos en las ganancias, el poder y las riquezas. Piensa que en ellas está
su felicidad.
Y en la medida que se somete al poder de las riquezas
queda esclavizado por ellas. Su ceguera se hace tan grande que pierde toda
perspectiva y horizonte de ver su equivocación. Porque, el poder corrompe y
tiene su tiempo contando. Detrás de él no hay sino muerte y perdición.
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