Lo importante es saber que el seguimiento a una
persona sea bueno y con sentido. Y, sobre todo, que sus consecuencias sean
gozosas y eternas. Claro, esas condiciones sólo se cumplen en Jesús de Nazaret.
Seguirle a Él vale realmente la pena, a pesar del panorama de dificultades y
sufrimientos que se avecinan en el camino.
Seguir a Jesús es asumir todas las dificultades y
sufrimientos, pero, siempre con la esperanza de que todo al final se tornará
gozoso, bueno, lleno de paz y amor eterno. Por eso, conviene no perder de vista
todo lo que Él nos dice y nos promete. Nos ofrece dar el ciento por uno y nos
invita a la felicidad plena en su Casa junto a su Padre.
Esa
es nuestra fortaleza, no desviar la mirada del Señor, porque Él nos dirige, nos
orienta, da sentido a nuestra vida y camino y nos impulsa con fortaleza y
esperanza a superar todos los impedimentos y obstáculos que nos impiden
seguirle. Él es el Camino, la Verdad y la Vida y nuestra máxima aspiración: La
Vida Eterna en plenitud.
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