La experiencia nos delata que, o no sabemos buscar o
perdemos el tiempo buscando donde no hay. No sólo gastamos nuestro tiempo, sino
que también tomamos de la experiencia de otros, de nuestras propias familias,
de nuestros amigos, conocidos, círculos e incluso enemigos…etc. Y no
encontramos resultados, seguimos insatisfechos y perdidos.
Pero, no desistimos. En nuestro corazón hay algo que
nos empuja y nos llama a esa búsqueda perseverante de esa perla o tesoro que
nos responda y nos permita ser felices y vivir en paz. Hay algo que nos
descubre, en muchos momentos estamos cerca, la cercanía a esa experiencia de
experimentarnos felices, y, siempre, coincide con la vivencia del amor.
Sí,
experimentamos que estamos felices cuando realmente amamos olvidándonos de
nosotros mismos, pero, también sentimos que esa felicidad no se mantiene.
Desaparece con nuestros afanes, ambiciones, egoísmos y pecados. Necesitamos
eternizarla y, experimentamos que cuando permanecemos junto al Señor, todo
parece diferente y la perla brilla como el Sol Y es que el Señor es la Perla
que andaba buscando.
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