Los judíos habían llenado la ley de muchas normas. El
Decálogo, los diez Mandamientos, iban quedándose en un lugar secundario.
Olvidaban la Ley de Dios para tener más presente la formulada por los hombres.
Normas y costumbres como lavarse las manos y purificar los vasos y jarras no
eran de vital importancia.
Pero, ellos, los judíos fariseos y escribas les daban
mucha importancia llegando a pensar que esas normas les purificaban. Y no es
así. Jesús le descubre y les anuncia que lo importante está dentro del corazón
del hombre. No se trata de aparentar exteriormente, sino de vivir interiormente
la verdad, la misericordia y la justicia.
Todos
sabemos, y no debemos buscar justificaciones, que lo importante no es el
precepto sino el amor. Y el amor vive en el corazón del hombre. Por lo tanto,
eso es lo importante ser coherente con lo que se fragua en nuestro corazón.
Porque, al final no se nos va a juzgar por los lavados de mano u otras normas,
sino por el amor.
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