Muchas personas están llenas
de leyes, de números y de prácticas. Llevan todo en su vida organizado y
parecen perfectas. Controlan todo hasta el punto de emitir juicios y
calificaciones sobre otras personas. Sin embargo, a menos que rasques un poco
descubre su sequedad vacía de amor y cercanía.
Son los perfectos imperfectos,
porque si los miras bien tienen muy poco de valía y de corazón. No hay por
donde cogerlos. Su fortaleza y sabiduría está puesta en la riqueza, en el poder
y la influencia. Sus leyes miran para ellos y se aligeran para ellos pero no
para los otros.
Necesitamos vaciarnos de todo aquello que nos pierde y
nos hace malas personas. Creídas y suficientes y ciegas a todo lo que exige
misericordia y bondad. Sólo, vacíos de todo aquello que nos contamina y nos
pierde, podremos llenarnos de lo que necesitamos para amar, humildad y
misericordia.
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