Este mundo no nos ofrece sino, en el mejor de los casos, un
mal rato de felicidad, por llamarlo así, que en poco tiempo desaparece. La
mayor parte de nuestra vida se debate en el dolor y sufrimiento. Unas veces
personales y otras indirectamente. La vida, a pesar de tantas promesas, está
llena de malos momentos.
Sin embargo, el hombre, por los ojos del cuerpo no ve sino
lo que está delante de él y se afana en correr a las promesas del dios dinero,
emperador del mundo, con el que cree alcanzar esa felicidad que desea
desesperadamente. Pero, a pesar de su poder y riqueza no experimenta esa paz y
satisfacción interior que necesita.
Es cuestión de
moverse y apoyarse, tal y como decíamos ayer, en la Roca que sostenga y nos
salve de las tempestades de este mundo. Necesitamos ver, pero no sólo ver con
los ojos del cuerpo sino también con los del alma. Aquellos dos ciegos lo
tuvieron claro y corrieron a encontrarse con Jesús. Ya le veían y ahora también
le pidieron ver con sus ojos corporales.
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