Sucede que lo vemos muy lejano y casi olvidado. Nos resulta
en el tiempo difícil de atender a esa voz que grita en el desierto y, sin
darnos cuenta, posiblemente lo tomamos como cuento o tradición. Algo así puedo
suceder en aquel tiempo.
Los profetas estaban casi olvidados, o al menos hacía mucho
tiempo que nadie daba señales de la promesa del Mesías. Juan irrumpe en la vida
después de estar preparándose en el desierto. Y grita que el Reino de Dios está
cerca.
¿Qué
nos sucede a nosotros hoy, gritamos también que el Señor nace cada día en
nuestros corazones? ¿Tratamos de alguna manera de que cada día el Señor nazca
en nuestros corazones? ¿Cómo María y José estamos disponibles a aceptar la
misión que Dios nos guarda a cada uno? La Navidad nos puede ayudar a
interpelarnos y reflexionar.
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