Hay muchas personas que se
confiesan “buenas personas”. Y todo lo concreta en que no roban, no matan, no
hacen mal a nadie y ayudan en lo que pueden. Luego, están peleados con sus
hijos; no pagan justamente a sus empleados; dedican todo su tiempo a su
bienestar y diversión y no se preocupan por como lo pasan los que están a su
alrededor.
Es posible que, estando leproso, no veamos nuestra
lepra ni la influencia de contagio que tenemos respecto a los que nos rodean.
Es posible que nuestra conciencia esté tan deformada que pensemos que lo que
hacemos es lo correcto y de nadie tenga que aprender. Posiblemente, nuestra
lepra sea tan fuerte que difícilmente, sin la Mano de Dios, podrá curarse.
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