El ser humano es un ser en
relación. Eso significa que nos necesitamos unos a otros para ser felices. Unos
pueden dar una cosa y otros pueden dar otras. Descubrimos que el amor no es
algo a elegir sino una necesidad. Necesitamos amarnos para ser felices.
Y eso supone que no debemos
encerrarnos en nosotros mismos, sino también preocuparnos por los demás. Los
problemas son de todos y a todos nos corresponde aportar nuestro granito de
arena. Así irían mejor las cosas. Todo se empeora cuando sólo miramos para
nosotros mismos y cada cual para sí.
No es lo que nos enseña Jesús con su Palabra. El
Evangelio de hoy nos presenta a un Jesús preocupado por todos y entregados a la
sanación de todos los que se le acercan. Está claro que de seguir su ejemplo el
mundo iría mejor.
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