Todos los hombres y mujeres
sienten la bondad y la justicia. De ello hablan todos y cuando escuchas algún
mitin político nadie dice que quiere ser injusto o que no se compadece de los
que sufren, sino todo lo contrario.
Sin embargo, la realidad es
otra. Una vez llegado al punto donde hay que aplicar la verdad y la justicia,
el hombre y la mujer se sienten vencidos por sus propios egoísmos y se olvidan
de sus palabras y de sus compromisos.
Les puede el mal que llevan
sembrado dentro por el pecado. Sus corazones están endurecidos por el pecado y
están sometidos a la usura, al poder, a la riqueza, al egoísmo…etc. Necesitan
despertar ese amor que llevan dentro y que sólo les puede dar Jesús.
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