El esfuerzo es primordial
para conseguir resultados. El buen trabajo siempre tiene su recompensa. Esa es
la experiencia que el hombre deduce de su paso por este mundo, y en eso se
esfuerza, en hacer bien las cosas, aunque en diversas circunstancias no se
obtengan los resultados deseados y esperados.
Hoy, en el Evangelio, Jesús
nos habla de eso. Nos promete una recompensa infinita, vida eterna, que sólo puede
dar Él, a todos aquellos que le sigan y dejen todo por ponerle en el centro de
sus vidas. Y dejar todo es morir a todas las cosas de este mundo.
Por eso, vivir en la
esperanza de que, aun perdiendo este mundo y todas sus ofertas de placer,
bienestar, riquezas y satisfacciones, centrándonos en un puro hedonismo,
recibiremos la recompensa mejor, la que todo ser humano espera y busca, la
felicidad plena eternamente.
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