No debemos olvidar que somos
hijos de Dios, y nuestro Padre Dios sabe realmente como somos y lo que podemos
hacer. Es una equivocación pensar que podemos engañarle y aparentar lo que
realmente no somos.
La Cuaresma es tiempo de
mirar para nosotros y vernos en relación con los demás, para no pensar en
nosotros sino en nuestro actuar en relación con los demás. Porque, así nos ha
creado nuestro Padre y quiere que nos mostremos tal cual somos.
Se trata, pues, de ser tal
cual somos. Buscar nuestra propia identidad, que no es otra que la de ser hijos
de Dios. Hijos semejantes a Él y con enormes deseos de amar y hacer el bien,
que se ve interrumpido por nuestra naturaleza herida. Por eso, precisamente,
necesitamos la Cuaresma.
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