Está muy claro, seguir a
Jesús es cargar con la cruz de cada día. Y eso significa que tienes que morir a
tus concupiscencias y apetencias. No debes pensar tanto en ti cuanto en los
demás, y para ellos debes vivir, porque en eso consiste el amor. Darte a los
que te necesitan y tienes más cerca.
Y no es fácil recorrer ese
camino. Una cosa debe quedarnos clara, y es que nosotros solos no podemos
recorrerlo. Necesitamos la Gracia de Dios y la continúa asistencia del Espíritu
Santo recibido en nuestro bautismo.
Ese es el camino por el que
podemos salvar nuestras vidas. Porque, hemos sido creados para vivir y eso es
lo que experimentamos y sentimos en lo más profundo de nuestros corazones, un
deseo irrefrenable de vivir eternamente. Y encontramos eco en la Palabra de
Jesús, Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
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