jueves, 17 de septiembre de 2020

 

Cuando alguien experimenta un amor que le propone felicidad, libertad y busca gratuitamente su bien, queda lleno de tanto gozo y agradecimiento que busca darlo a conocer y amar así, en correspondencia a los demás.

Aquella mujer, de la que nos habla el Evangelio de hoy en casa del fariseo Simón, no reparó nada y, sin permiso previo, se abalanzó como un torrente sobre Jesús a enjugarle los pies con sus cabellos y perfumárselo con un valioso perfume.

El gozo de sentirse querida, acogida dignamente y tratada con misericordia transformó su corazón en ansías de hacer lo mismo con los demás. Posiblemente, ese fue el resultado de su encuentro personal con Jesús. Porque, sólo del encuentro con Jesús nace el verdadero y auténtico amor.

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