No
es cuestión de razonamientos sino de fe. Sabes que tu vida está sentenciada con
la muerte, luego, si alguien te ofrece la vida eterna en plenitud de gozo y
felicidad, ¿por qué te obstinas en no escucharle? ¿Acaso Él no ha resucitado?
No
hay otro camino que el que Tú, mi Señor, me enseñas. Sé que es un camino
difícil y lleno de tentaciones y sufrimientos. Tú no me lo ocultas, pero,
también sé que el final será de Gloria y Alegría. Una alegría y gozo que saltan
hasta la Vida Eterna. Amén.
Ocurre
que cuando la tierra está endurecida le es imposible a la semilla echar raíces
y dar frutos. Lo mismo sucede con nuestro corazón, endurecido por el egoísmo y
los afanes de este mundo cierra sus puertas a la Palabra de Dios y le es
imposible aceptarla y creer.
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